El partido
Luis Diego Calleja García
REALMENTE, ¿qué resultó en Guardaceniza? El partido se abandonó sin un
resultado claro, sin un marcador. La asociación de equipos se indignó con el asunto, la
federación se desesperó, los quinielistas se enojaron, el hincha Gildo Ruiz se suicidó...;
se buscaron respuestas, pero nadie a dado hasta la fecha una explicación satisfactoria.
Se desconoce si se marcaron goles, si fue potado algún penalti, si se botó a algún
jugador,... ¿se jugó un partido de fútbol en Guardaceniza?
Han pasado años desde aquel día insólito. Sin duda, las noticias sobre este partido
de división preferente fueron confusas e imprecisas desde el comienzo. Al parecer, el
campo de juego desapareció en extrañas circunstancias a los pocos días de festejarse
el encuentro. Este hecho insólito fue el que impulsó la investigación más laboriosa y
controvertida de la historia del fútbol en Uruguay. Los testimonios acumulados por la
federación coincidieron únicamente en la descripción de un sol de un inusual color
escarlata que presidió el estadio durante todo el encuentro, y del que todos hablaban
arrebatados y sin escatimar adjetivos. De modo absurdo se insistía especialmente en la
curvatura magnética del astro. ¿Qué se quería significar con "curva magnética"? La
fascinación que ese sol púrpura profesó sobre los jugadores y el público es
inexplicable, pero para muchos espectadores, de mentes apuradas, esa iluminación
sanguinolenta fue sin duda la causa de todo el suceso. El Servicio de Inteligencia
Nacional (SIN), siguiendo una vía más clásica, recurrió a sus mejores especialistas en
psiquiatría para componer un estudio que concluyó con el consabido diagnóstico de
locura colectiva. Dicha enajenación masiva habría sido motivada por decenas de
variables de diversa índole y procedencia. Una de esas variables, la pantera albina que
apareció en el círculo central antes de comenzar el partido y parió una anaconda con
cuatro patas, habría sido determinante y válida por sí misma, según las fuentes citadas
del SIN, para desencadenar las alucinaciones hipnagógicas que padecieron la totalidad
de los concurrentes. Un supuesto eclipse del sol, no registrado por ningún observatorio
astronómico del mundo, y que provocó un retraso en el inicio del encuentro, sería
según estos expertos el primero de los síntomas concebido por un inconsciente
colectivo exageradamente enardecido. A petición de los doctores, varias autoridades
mundiales en bioquímica estudiaron los terrenos en que supuestamente se hallaba el
estadio par excluir la remota posibilidad de que en ellos se produjeran emanaciones de
sustancias tóxicas para el hombre, que al ser inhaladas indujeran a una alteración de la
percepción de la realidad.
Todas las medidas que se tomaron para averiguar la verdad parecían igual de
delirantes que lo ocurrido en Guardaceniza. Desde luego, había un ambiente anormal
en el campo. Aunque el aire no estaba cargado con electricidad, ni la temperatura ni la
humedad superaban los valores normales para la época, los aficionados parecían estar
afectados por una extraña demencia. ¿Cómo aclarar las presuntas levitaciones de Gildo
Ruiz, contempladas por miles de personas? ¿Cómo interpretar el hecho, constatado por
testimonios fiables, de que el partido no resultara aburrido? ¿Qué tipo de trastorno se
apoderó de todas aquellas almas?
Carlos Ernesto Brown, director de la Oficina de Investigación De Casuística
Deportiva, explicó prolijamente en un informe comparativo, realizado a las pocas
semanas de lo acontecido, que todas las informaciones recabadas sobre este asunto
eran un montón de macanas y desvaríos. Según dicho informe, algunos de
espectadores vieron durante el partido hasta diez balones sobre el terreno de juego,
aunque otros afirman con vehemente convicción que en ningún momento se vio rodar
el esférico por el campo. ¿Qué estuvieron presenciando entonces esos ciudadanos? El
entrenador del equipo visitante defendió que el número de jugadores superaba la
centena, dato soslayado por el masajista del equipo local, al cual le sorprendió
singularmente la presencia en el campo de una multitud de árbitros... Uno de los
incontables ciudadanos que aseguró haber actuado como juez de línea reconoció con
una mueca despreocupada y un aliento alcoholizado que era difícil aplicar la regla del
fuera de juego porque ambos equipos vestían de manera idéntica y porque su interés
por el partido desapareció totalmente a los dos o tres minutos del comienzo. Afirmó,
sin dobleces, que prefirió contemplar el hermoso sol del mediodía.
Uno de los árbitros explicó, entre ruborizado y escandalizado, que era imposible
pitar un partido en el que las portería estaban situadas juntas, una al lado de la otra, y
donde uno de los porteros se abrazaba en actitud indecorosa y libertina a una mujer
ante la mirada viciosa del otro guardameta, llegando en algunos momentos a
entregarse los tres a una sexualidad corrompida y antinatural, amén de ignorar con un
cinismo repugnante la elevada probabilidad de recibir goles en semejantes
circunstancias. Al parecer, el espíritu deportivo se perdió aquel día. También la
solidaridad brilló por su ausencia, tal y como relató Jefferson Fonseca Píriz, el viejo
encargado del mantenimiento del campo. El señor Fonseca recordaba borrosamente un
episodio singular sucedido durante la contienda que parece no fue observado por nadie
más que él. Según este anciano, el terreno de juego era una ciénaga inmunda, un
antiguo trozo de selva pantanosa excesivamente húmedo reconvertido en campo de
juego. Nunca se consiguió hacer crecer un césped fuerte y deslizante sobre ese fango
encharcado. El campo conservaba de su época pantanosa nubes de mosquitos
incansables y algunos sapos venenosos que se camuflaban a la perfección entre el
barro. Cuando el partido estaba a punto de concluir, pues los árbitros llevaban varios
minutos tocando sus silbatos, tres jugadores, cuya identidad se desconoce, quedaron
atrapados lastimosamente en el lodo. Al parecer, la fragilidad de esos suelos selváticos
suele provocar la aparición de zonas blandas donde el peligro de quedar atrapado es
elevado. Los jugadores se fueron hundiendo lentamente sin remedio, ante la
indiferencia de todo el estadio. Preguntado Jefferson Fonseca por qué no se hizo lo
posible para rescatarlos, este humilde trabajador sonrió con simpatía y respondió:
"Nadie ayudó en su rescate porque todos contemplaban el crepúsculo del sol"
¿Qué sol tan especial era ese? ¿Qué función desempeñó aquel día en Guardaceniza?
Las investigaciones no llevaron a ninguna conclusión racional. Extraterrestres, ángeles,
demonios o espíritus, aparecieron en boca de toda la población e incluso de algún
científico agotado.
Al principio se esperó con ingenuidad una rápida resolución del suceso. Los
primeros días aguardó con impaciencia a que la policía o el ejército esclareciera de
manera pronta lo acontecido... Sin embargo, pasaron meses y la federación aunque
seguía inquieta por la ausencia de un resultado concreto, paulatinamente perdió el
interés por lo ocurrido aquel domingo soleado. El escándalo que muchos temían nunca
acaeció y cuando la liga fue terminada ya nadie quiso tomar cartas en el asunto por
dejadez y por imposibilidad material, pues por lo visto no existía un acta del partido, ni
pudieron localizar al árbitro o a los jugadores. Nadie ganó el partido, ni se puede decir
que hubiera empate. En el fondo nadie quería hablar del asunto porque nadie lo
entendía o no querían entenderlo. Lo que ocurrió en el campo del Guardaceniza C.F.
fue un hecho insólito e inusual que sin duda pasará a la historia del fútbol uruguayo
como una página desventurada que nadie querrá recordar.
©2004 Asociación Literaria y Cultural Café Compás